Empieza el libro, en su prólogo, dando explicaciones y pidiendo perdón por si molesta a alguien. La verdad no debería ofender a nadie.
Es este un texto necesario, importante y que viene a hacernos reflexionar sobre el significado actual de la fiesta y el ocio, la degradación y la devastación de lo popular que supone la manera de "divertirse" que es la norma en esta sociedad en la que vivimos. Y lo hace con un lenguaje que cualquiera entiende, incluso salpicado con algunos insultos, aunque cuesta que se asuma, porque pone el dedo en la llaga de lo que somos en la actual civilización occidental, nada que ver con nuestras raíces originarias. Es una llamada a la atención, incluidos, o especialmente para, aquellos que se nombran a sí mismos "alternativos".
Es muy valioso, además de valiente, que se haga una denuncia desde "dentro", escrita por una persona, Pablo San José Alonso, que se llama así mismo adicto, que conoce bien y participa de esas fiestas que evidencia como
"El opio del pueblo". Es un antimilitarista más que no puede estar callado y sabe de lo que habla, bravo por él.
Bravo también porque ha sido bien tratada por el colectivo al que pertenece el autor. Es una obra que al contrario que otras que han presentado, no es apoyada por el
"Grup antimilitarista Tortuga", pero que no han vetado ni torpedeado, y ahora incluso están publicándola por capítulos en su web. Porque la ayuda mutua no es solo cuando las dos partes están completamente de acuerdo, o cuando a uno mismo le va bien, y apoyar cuando se tienen dudas o no se comparten por completo los planteamientos es mucho más importante, la vida no es sino, la mayoría de la veces, conflicto, y al mismo tiempo la búsqueda de superarlo con esfuerzo y amor.
Hace Pablo un apunte sobre lo que significaba la autonomía personal en un pasado no tan lejano y cómo ahora es sólo algo formal, no una cuestión fundamental, en especial para construir la autoestima. Lo hace desde la experiencia propia y ajena, un buen lugar para hacer entender de lo que habla. Este tema sería urgente abordarlo con mayor profundidad.
Ahora vivimos en la búsqueda de la eterna adolescencia y esto hace que no llegue nunca el momento de hacernos responsables de nuestras vidas al completo. Ni queremos, ni sabemos, ni parece que podamos.
Señala el cambio profundo que se ha dado en pocos años, aunque no llega a reflexionar y concluir por qué, nombrando solo al imperialismo usamericano, quizá la punta del iceberg de las causas de la degradación tan rápida y profunda de las formas de diversión, sin ir más allá de lo que son síntomas, consecuencias. Echo de menos la búsqueda de las causas, el reflexionar sobre por qué ha tenido tan rápida y honda implantación y dónde está el poder que se nos hace irresistible. Relacionarlo con el desarrollo tecnológico, la alienación mediática, la urbanización e industrialización, la integración de la economía en el mercado internacional, la desaparición de la familia extensa, el desarraigo de la naturaleza y del territorio,... y cómo nos hemos dejado imponer esos modelos.
Antes se trabajaba para vivir, no se vivía, como ahora, para trabajar... y para poder despendolarse y desfasar a tope para olvidarse del tipo de vida que llevamos.
Hace un repaso por los diferentes aspectos inherentes al ocio de hoy. Dedica capítulos específicos a la estética, la música, las drogas y el sexo.
Comenta sobre el fenómeno fan y sus implicaciones, estéticas y de otra índole, cómo confiere al individuo una serie de comportamientos adquiridos que lo convierten en un pelele.
Lamenta cómo la música se ha convertido en una industria más, una manera de consumir y de que algunos ganen mucho dinero. Y siempre a un volumen demasiado elevado, ensordecedor, también en los ambientes que se dicen alternativos. No hay creación, en comunidad o de manera individual, gusto por concebir y tocar nuestras propias composiciones. Sobre ese fenómeno tengo pendiente la lectura de
"La dictadura del videoclip".
Sobre las drogas incide en analizar el uso y abuso de las dos más comunes, el alcohol y la marihuana, con tan buena prensa entre jóvenes de todos los ambientes. Porque aunque "funcione" no se deberían de usar sin más y habría que ir a las causas de los diferentes problemas o síntomas para solucionarlos y no buscar el simple alivio.
Recuerda cómo de mal vista estaba, tanto en la sociedad rural tradicional como en los ambientes anarquistas o de lucha obrera, la taberna y mucho más las borracheras, ya que era un medio para desactivar a las personas en su combate contra la opresión. Así se consigue redireccionar a las minorías luchadoras y críticas, hay varios ejemplos históricos, con la inducción a su consumo por el poder, incluso siendo directamente introducidas en la población por las fuerzas de seguridad del Estado.
En cuanto al sexo, se convierte también en otra manera de inducir el consumo, en este caso además de objetos materiales se acumulan experiencias, cuerpos utilizados, en otra adicción más. Diferencia entre actitudes de hombres y de mujeres, pero en mi opinión el problema está por igual en ambos. Muy importante es cuando defiende que la iniciación a la sexualidad, en la infancia y adolescencia, debe de ser natural en plazos y en procesos. También la "revolución sexual" y la contracultural tiene un papel similar a las drogas y el alcohol, en concreto de control de las fuerzas de izquierda.
Aboga por hacer valoraciones éticas y morales, aunque no sea lo que se lleva. Sí, que cada cual haga lo que quiera, pero teniendo muy claro para quién es beneficioso. Ningún acto es de libertad cuando el que lo ejerce no es libre.
También pone de manifiesto la responsabilidad de cada cual por no elegir actuar de otra manera. ¿Cómo puede ser que actividades y actitudes insufribles y dañinas en tantos aspectos se nos hacen tan necesarias? Trampas de las que no podemos alejarnos, hábitos que no sabemos dejar atrás.
Porque la fiesta actualmente no es integrativa, están segregados aquellos que no son jóvenes, que no tienen dinero, que se sienten diferentes a los amigos y amigas, es decir los que no son solventes física, económica y socialmente. Las celebraciones antes lograban dar cohesión social, ahora son causa de la destrucción del individuo y de la comunidad.
Esto deviene en una transformación completa de las relaciones sociales y en la desposesión del individuo, en un alejamiento entre lo que desea y lo que se llega a ser, convertidos en seres dóciles fácilmente influenciables y estandarizados, manejados por la máquina del Estado, el sistema capitalista y la gran empresa... tanto monta, monta tanto. Así es imposible encontrar el sentido de la vida.
Señala San José que el principal beneficiario es el Estado, tanto en el terreno económico como en el ideológico, al alimentar la vía de escape de las penurias del trabajo asalariado y otras.
Recalca como el modelo de fiesta actual es exigente y excesivo porque la noche lo es. No así la fiesta popular de día. Este romper el biorritmo es parte del negocio y de la alienación, igual que ocurre con el trabajo asalariado en turnos de noche o la televisión hasta la madrugada, una forma de idiotizarnos y dejarnos sin energías, además de hacer que recurramos a los medicamentos para dormir o mantenernos despiertos, según el momento, enriqueciendo así al negocio farmacéutico y a la vez a las arcas del estado.
No estoy de acuerdo en algunas cosas que dice y me parece relevante anotar varias para proponer así reflexionar más sobre ellas, no es por tanto ninguna crítica sino una pequeña aportación para invitar a ir un poco más allá.
La primera, que afirma que no había muchas fiestas antes, en tiempos pasados, pero ahí están las cientos de celebraciones populares, muchas además perdidas, que son indicios de que no se necesitó tener periodos de vacaciones u ocio establecidos hasta que no se impuso la esclavitud del trabajo asalariado porque cada dos por tres había un momento natural para el descanso y la diversión. Además los trabajos más duros, en la sociedad rural tradicional, se hacían cantando, compartiendo, buscando cómo aliviar las cargas. La aceleración actual, la vida regida por la tiranía del reloj, es algo intrínseco de la modernidad económica y los que sabían crear, disfrutar y compartir la fiesta y las celebraciones no se sometían a nada parecido, con lo que no necesitaba que nadie les diera permiso para festejar.
Ahora el autor lo compara con una necesidad vital, como el alimento o el vestido, y así es, puesto que incluso personas que tienen dificultades para ganarse la vida ponen su empeño en participar de los hábitos que ha descrito en el libro y he comentado antes. En otros casos son los progenitores los que se ven obligados a sufragar estos gastos en la idea de que el salir, el beber, el comprar música, etc, son deberes para con sus hijos e hijas. Hay que tener o conseguir dinero para mantener una estética, comprar tabaco, drogas, alcohol, comer y cenar fuera, ir al cine y el teatro, a conciertos y fiestas temáticas. Como señala, con todos estos desembolsos, llevados por la despreocupación y la euforía, el que gana es el Estado. Y cuando alguien gana, alguien pierde.
Da en el clavo al señalar cómo la mayoría de los colectivos que buscan alternativas acaban haciendo su fuente de ingresos principal la venta de alcohol, y gustan de la música ensordecedora, lo que demuestra la inteligencia del sistema para hacer que el que quiera distinguirse o rebelarse encuentre también su lugar, minoritario y aparentemente diferenciado, pero inofensivo para la continuidad de las estructuras de poder establecidas, todo dentro de los cauces deseados.
Otra salvedad que me gustaría apuntar es que el botellón sí que está apoyado y fomentado por las instituciones del Estado (como los espacios cerrados, discos y pubs, salas de conciertos,...) Si no cómo explicar por ejemplo las "míticas" fiestas, desde hace muchos años, en facultades y campus universitarios. También de ellas saca el Estado beneficio económico y son herramienta de control social. Es el primer acceso además y la manera de crear el hábito del consumo temprano. Una forma muy importante de hacer que después se incrementen los adeptos, una vez que vayan consiguiendo poder adquisitivo ya irán a conciertos, pubs y discotecas, y otros lugares dónde el Estado vuelve a ser el principal beneficiario, con el consumo de alcohol, drogas, sexo como mercancía, ropa, accesorios, música,... Todo convenientemente gravado para ser ganancia para las arcas de quién tiene que someternos para poder mantener al ejército y demás fuerzas de seguridad, el sistema judicial y penitenciario, los negocios-sistemas de salud y educación "pública",... todo el entramado en el que consiste el Estado.
Un tercer aspecto en el que creo que no acierta es cuando dice que el Estado fomenta la sexualidad reproductiva. Quizá la biopolítica en este aspecto vaya cambiando de aquí a unos años, pero de momento es contraria a la maternidad y paternidad de manera clara, si quisieran otra cosa no estaríamos con un paupérrimo índice de fecundidad de 1.32 hijos por mujer. Otra cosa es que el negocio de los anticonceptivos, el de la prostitución, el del aborto inducido, sean alimentados por el sistema porque forman parte de sus elementos de poder sobre el pueblo.
Sólo he leído otros dos textos que hablan de cómo la fiesta actual no tiene nada de festivo, ni de cultural, ni de celebración de lo humano. Son
"Borracheras No" y parte de
"Naturaleza, ruralidad y civilización", de Félix Rodrigo Mora. Estoy casi segura de que Pablo Sanjosé los ha leído también, mi pregunta es porqué ni los cita. Sí que nombra a Erich Fromm para recomendarnos leer "El arte de amar", a Antonio Escohotano, y cómo su obra "Historia general de las drogas" es un alegato falso e hipócrita del uso liberal de las mismas, o a la filósofa inprescindible para entender la modernidad, Simone Weil.
Plantea cuestiones en las que es necesario profundizar más y deja dichos temas muy importantes. Cómo no se puede caer en la trampa de normalizar la prostitución, que "no puede haber libertad sin verdad", junto con reflexiones sobre ser conscientes de nuestras propias limitaciones o que si la revolución consiste en tomar el centro de poder lo que pasa es que se reproducen los mecanismos de dominación que se quieren destruir.
Se pregunta y anima a aclarar qué grado de compromiso y alternativa transformadora y referente se quiere asumir, como grupo al que pertenece. Bienvenida la autocrítica y la búsqueda de actividades. Aunque no propone en el libro muchas alternativas, soluciones, ejemplos, acciones a llevar a cabo, solo una pincelada sobre el uso que se le debería dar al domingo, para estar con la familia o comunidad o que tiene que haber acceso a hombres y mujeres de todas las edades si queremos que sea una verdadera celebración. Pero al estar redactado en negativo, por ejemplo dice que todo ésto pasa por falta de sabiduría y reflexión, no consigue proponer casi nada más que que nos paremos a pensar si pudieran ser las cosas de otra manera, cómo conquistar la parte festiva de nuestra vida, lo que está bien y es el primer paso. Lo primero es pensar... luego hay que ir a por más.
También es un acierto apelar en concreto a la juventud como adalid del cambio necesario, pero sin radicalismo flor de un día ni actitudes pendulantes, más vale un trabajo de fondo y de aceptar contradicciones día a día.
Confieso que si sé del tema es por mi experiencia propia. He vivido y trabajado en la noche, pensando que yo la controlaba a ella, pero en realidad, aunque nunca la adoré y fue más que nada un medio de ganar algo de dinero que me diera "independencia", sí que pienso que cada hora que me dediqué al ocio estatal-capitalista es tiempo perdido en hacer cosas más importantes en contra de lo impuesto.
Como Pablo yo también animo a comprometernos, como individuos y como miembros del colectivo del que tomemos parte, a buscar referentes y poner en pie alternativas transformadoras y realmente rompedoras con lo establecido.
Hacer de huertos, excursiones, comidas populares en las que cocinemos nosotros mismos, elaboración de músicas y canciones, organización de eventos populares fuera de cualquier institución ni subvención, encuentros de reflexión bajo el nombre que elijamos, grupos de estudio, tardes de paseo, de tejer juntas, beber buen vino pero hecho con nuestras manos o las del vecino, conectar con la naturaleza y con el otro, bailar por los pasillos, hacer el amor para comunicarnos, obtener y dar placer, de escribir libros, de ensayo, de poemas, y compartirlos,... Para conquistar nuestro ocio, porque yo veo que el problema no es tanto lo que hacemos al participar de ese modelo claramente nocivo en tantos aspectos, se puede estar sin ser ningún vendido y mantener nuestra propia personalidad, pero ¿qué cosas infinitamente más interesantes, transgresoras, transformadoras y en definitiva revolucionarias dejamos de lado, cuánto tiempo estamos perdiendo?
Buscar distracción y placer forma parte del equilibrio mental, emocional y físico del ser humano, pero no debe convertirse en un arma que usa el poder contra el pueblo y que nosotros gustosamente, o por ser inconscientes, recogemos para ser partícipes de nuestro propio daño.
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Fuente de la imagen: GAM |