jueves, 10 de diciembre de 2015

2015 Año internacional de los suelos. Día a día por los bosques.

La  Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) declaró 2015 como el Año Internacional de los Suelos (A/RES/68/232) y el 5 de diciembre como su Día Mundial.




Desde una perspectiva utilitarista y pensando solamente en términos de rendimiento, remarcan la necesidad de mantenerlos sanos y productivos… me temo que para poder sobreexplotarlos mejor. 

Un eslogan tan pobretón como “Suelos sanos para una vida sana” y seis puntos claves, los dos primeros, como digo, con el concepto “producción” en su enunciado, o frases como “los suelos producen servicios ecosistémicos que permiten la vida en la Tierra”, hacen sospechar de la nula naturaleza trascendental y valiosa que tienen sus campañas, siendo más bien una alcantarilla para millones de euros. Posters, infografias y material promocional que no falten. Y que se puedan compartir en un solo click, al instante, “para contribuir al debate sobre los suelos”. Hala, ya nos podemos tumbar en el sofá… 

Aunque si sólo fuera este aspecto, lo del gasto en euros para decirnos que los suelos son un “servicio” que hay que conseguir que esté “sano”, el que fuera negativo para generar verdaderos compromisos transformadores de la realidad, sería simplemente una cuestión de recursos dilapidados, que no es poco. Pero el peor efecto, por profundo y efectivo sobre la gente común, es la desactivación que provoca. 

Por una parte, al hacernos pensar que ya son ellos, las “administraciones” llenas de expertos, las que están, o deberían estar, por la labor de asegurar nuestro bienestar, con sus campañas, leyes, comisiones de trabajo, cumbres internacionales,... nos dejan en un estado mental de desmovilización, es decir que nos hacen creer que no está en nuestras manos hacer algo importante, que son cuestiones que nos superan, cuando el cuidado de la naturaleza y de las personas ha sido por siglos responsabilidad de todas y cada una, del individuo y de la comunidad. Sin delegar en nadie.

Por otra, nos proponen una serie de acciones nimias, auténticas chorradas, tecno-optimistas e insustanciales o bien propuestas grandilocuentes, de discurso que nada quieren decir en realidad, pero podemos caer en la trampa de pensar que lo que pasa es que nosotros no somos capaces de entenderles, no que sus mensajes sean inútiles e inoperantes (para de verdad ayudar a mejorar la calidad de los suelos).

Una especie de galimatías que se busca compartamos como loros, porque dan como solución la “gestión sostenible de los suelos” (¿Mandeeee? ¿eso qué es lo que es? solo un gran experto puede acometer una tarea que así se denomine ¿no?): “Detener la degradación del suelo”, “Aumentar la inversión en la gestión sostenible de los suelos”, “Usar los nutrientes sabiamente”, “Establecer sistemas de información de suelos” … y por supuesto la “Promoción / Sensibilización”, más bombardeo con propaganda vacía de contenido útil y de efectos auténticamente positivos. Las frasecillas entrecomilladas no me las invento, las copio literalmente de los materiales que han elaborado, los que se suponen son la élite de los científicos y técnicos que desde la FAO velan y se desviven en la “lucha” y el objetivo de conseguir un suelo perfecto (o un aire, o unas aguas,... lo que toque ese año).

Como nada de lo que proponen es aplicable ni eficaz (no son las acciones puntuales, desconectadas e insignificantes lo que provocaría los cambios radicales necesarios), no hace más que aumentar nuestra certeza de que nada podemos hacer, aunque tenemos el consuelo de quedarnos tranquilos puesto que pareciera que con estar “informados” y repetir lo que proponen podemos descansar la conciencia. Todos los esfuerzos educativos, más bien propagandísticos, que se hacen en lo que parece una "buena causa" se consideran a priori y sin apenas reflexión como positivos, cuando todo lo que no llama a la autonomía personal son maniobras que se sirven del sentimiento de solidaridad o ganas de ayudar de la población pero sin resultados tangibles y favorables ni en el cuidado de los suelos ni en ningún otro tema.

Hay que partir de que el planteamiento de base también es incorrecto. No se puede tratar el tema del suelo de manera aislada, solo relacionando al menos cinco realidades se puede empezar a afrontar de manera certera y efectiva el deterioro edáfico: agricultura, bosques, aguas, ciudades y suelos. 

La degradación del suelo, esto es la erosión, la pérdida de materia orgánica (sobreexplotación), la salinización y sodificación (riego incorrecto), la acidificación (repoblación perjudicial, ejemplo con coníferas), la compactación (por ejemplo por el uso de pesadas máquinas), la contaminación (que llega hasta el ser humano por la cadena alimentaria), la desertificación, el agotamiento de los acuíferos,... hay que relacionarla directamente con las actividades realizadas por el ser humano, que en nuestras sociedades (y cada vez más en todo el planeta gracias a esta globalización alientante y destructora de los pueblos primitivos y de los parajes vírgenes) están en contra frontalmente de lograr las modificaciones sustanciales y radicales que son necesarias para la mejora y la revitalización de los suelos, y de todos los elementos necesarios para la vida.

Es un poco más retorcido aún porque el mismo sistema que lanza y sustenta estas campañas es a su vez la razón última para la degradación del entorno natural al completo, con la complicidad de cada uno de nosotros, que no somos tanto víctimas como sí actores. El capitalismo, la organización social y política a través de estados, omnipresentes y todopoderosos, y sus mega emporios industriales, financieros y empresariales (incluidas las ONG´s que surgen de la misma raíz), forman la estructura de poder bajo la que vivimos y son en el fondo las cuestiones que sin resolver, o al menos dar pasos estratégicamente pensados para la destrucción de esos poderes, nunca permitirán ningún cambio sustancial. 

Aunque el primero de todos ellos debería ser nuestro propio interior y nuestra vida diaria. Buscando el apoyo de los otros, las actividades colectivas, con ilusión compartida y vivencias estimulantes.


Carrasca cerca de Lierta (Huesca)

En el libro “Los montes arbolados, el régimen de lluvias y la fertilidad de las tierras”. Cauac editorial nativa, 2012 (fragmento de “Naturaleza, ruralidad y civilización” Brulot, 2008) que podéis leer aquí (y os recomiendo comprar), se hace un llamamiento a la restauración del bosque autóctono, originario, en la Península Ibérica. A los colectivos, las familias, como círculos de reforestadores conectados para compartir conocimientos y recursos, fuera de las instituciones, que ni quieren ni saben asumir esta tarea.

Y si en vez de llenar el Bernabeu, por poner un ejemplo concreto cualquiera, se fueran a plantar 20 árboles cada uno de los que van al estadio buscando desfogarse… eso harían más de millón y medio de nuevos ejemplares… Imaginemos eso cada 15 días… en algo más de 50 años, solo con este ejemplo, habríamos plantado casi los 2000 millones de árboles que serían necesarios para de verdad hacer algo útil por la mejora de los suelos (y del clima, y de la calidad de las aguas,... y de nuestras vida apagadas y contaminadas). Sí, ya sé que tiene varias pegas, por ejemplo que quizá solo el 20% de los arbolitos plantados prosperaran, pero tomároslo por favor como una metáfora, aunque no es algo imposible: "No hay que renunciar de antemano a la restauración ambiental por sus dificultades" ("Sobre el objeto y la viabilidad de la restauración ambiental" 2011)(1)

¿Os imagináis al padre, o quién sea, preparando semillas para repoblar el monte en cuanto el bebé en camino sea algo mayor en vez de comprar la camiseta del equipo de turno pensando en cuándo lo podrá llevar al estadio?

Como dicen en esta noticia, en vez de tanta competición idiota ¿para cuándo el orgullo de ser habitante del territorio que mejor y más reforesta y mayor cuidado pone en sus bosques? (luego hay una cara B, como en todo, y desmoraliza ver que lo que han plantado en Filipinas lo han hecho buscando la productividad de las especies y el rendimiento específicamente económico, pero bueno… así somos, cara y cruz en cualquier aspecto. Con reflexión y flexibilidad para mejorar nuestras tácticas y estrategias nos equivocaremos algo menos). 

Claro está que con poner unos pocos arbolitos no estamos cambiando el mundo, pero si hacemos que forme parte de una estrategia mayor, si con ello, con la acción conjunta, damos alimento a otra serie de valores que vayan en contra de los que nos rodean y nos dañan y así nos descubrimos capaces y valerosos, el beneficio será para cada cual y a la vez para todas.

Porque los bosques son la vida y la libertad. En este mundo moribundo busquemos regenerar el suelo con la sombra de los árboles. Tendremos que ayudarles a crecer de nuevo.


Mi amigo José María Peiró enlazó un manual con buenas ideas e información útil ¡gracias!: "El buen sembrador", libro con técnicas y consejos para la replicación de árboles.



(1) Enlazo este artículo por algunas de sus ideas y por los ánimos que da a actuar aun pensando que es una utopía, pero no estoy de acuerdo con la solución estatolátrica y científico-técnica del autor, Alfredo Ollero Ojeda). 


Editado: acabo de descubrir este blog Plantar árboles y arbustos que está lleno de interesante información y muy buenas ideas... Iniciativas así son mucho más coherentes y útiles que todas las campañas institucionales. ¡Y menuda guía más buena! "Árboles autóctonos"

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